29 de octubre de 2018
Temas de debate Cómo impacta la crisis económica y el retiro del Estado
en el mundo del trabajo
Precarización laboral y mayor desamparo
Durante los últimos años tuvo lugar un importante crecimiento de
modalidades laborales más flexibles que la del trabajo asalariado registrado
bajo contrato por tiempo indeterminado. Detrás del discurso emprendedorista se
oculta la explotación laboral.
Por Tomás Lukin
Menos derechos e
ingresos
Por Matías Maito y
Diego Schleser *
El crecimiento del trabajo
independiente es la expresión de una nueva generación de jóvenes emprendedores
que optan por desarrollar sus carreras profesionales de un modo menos rígido,
valiéndose de la posibilidad de “ser sus propios jefes” y de organizar sus
propios horarios? ¿O, por el contrario, es el subterfugio posible que
encuentran quienes no logran insertarse en un empleo bajo relación de
dependencia y deben resignar la posibilidad de tener un ingreso estable con los
derechos y beneficios que esta modalidad garantiza?
Desde poner una cervecería artesanal
hasta alquilar el jardín o la parrilla de la propia casa, distintos
funcionarios de gobierno han promovido la incursión en esta modalidad
ocupacional. La iniciativa personal, la creatividad, la capacidad de innovar y
de ofrecer productos y servicios novedosos: todas cualidades de un estereotipo
de “emprendedor” que, con su pujanza, habría venido a sacudir no sólo el
mercado sino también la estructura de empleo de nuestra sociedad.
Y de la mano de este nuevo paradigma
conceptual, algo parece estar transformándose efectivamente en la estructura
ocupacional argentina. Porque durante los últimos años tuvo lugar un importante
crecimiento de modalidades laborales más flexibles que la del trabajo
asalariado registrado bajo contrato por tiempo indeterminado. En particular, el
trabajo independiente fue la modalidad de empleo que más creció entre 2016 y
mediados de 2018: su contribución al crecimiento del empleo en esa etapa fue
tres veces superior a la del trabajo asalariado registrado en el sector
privado; y entre los segundos trimestres de 2017 y 2018, casi dos de cada tres
nuevos puestos de trabajo fueron de cuentapropistas.
Pero ¿cuál es la verdadera naturaleza
de esta modalidad laboral? La expansión del trabajo independiente que tuvo
lugar desde la asunción del actual gobierno nacional reforzó el perfil
caracterizado por un limitado nivel de calificación que es propio de este
segmento ocupacional. Según los datos relevados por la Encuesta Permanente de
Hogares del Indec, entre 2016 y 2017 creció particularmente la cantidad de
trabajadores independientes que se desempeñan en tareas operativas (12 por
ciento) y, en menor medida, aquellos que realizan tareas no calificadas (4 por
ciento). En simultáneo, el número de profesionales y técnicos se contrajo (2
por ciento). Las ocupaciones de índole operativa que mayor contribución
realizaron al crecimiento fueron las de cuidado y atención de personas
(peluqueros, depiladores, manicuras, etc.), servicios sociales varios
(jardineros, paseadores de perros, etc.), gestores administrativos y comercio
directo (vendedores, telemarketers).
La incorporación de trabajadores con un
alto nivel educativo fue especialmente determinante para el crecimiento del
trabajo independiente en tareas operativas. En efecto, durante esta etapa tuvo
lugar un fenómeno (poco auspicioso, por cierto) de sobrecalificación de la mano
de obra, por el cual trabajadores con terciario o universitario pasaron a
desempeñarse en ocupaciones no calificadas o de baja calificación.
Si miramos lo que ocurre en otros
países, también se advierte que esta modalidad laboral coincide mucho más con
una típica actividad económica de subsistencia que con la imagen del
emprendedor tecnológico que plantean algunos observadores. El trabajo
independiente sólo es relevante en aquellos países que presentan estructuras
productivas insuficientemente desarrolladas para emplear a toda la población
que desea trabajar. Ejemplos claros son Colombia, Perú y Ecuador, donde un
tercio o más de los ocupados trabajan por su cuenta. En el otro extremo se
encuentra las naciones más avanzadas, donde el trabajo independiente representa
una proporción muy acotada de la estructura ocupacional. Un caso emblemático es
Estados Unidos, uno de los países más identificados con el paradigma del
emprendedorismo: allí sólo el 6 por ciento del total de los trabajadores se
desempeña bajo esta modalidad.
En definitiva, la reciente expansión
del trabajo independiente no estaría reflejando una búsqueda genuina de mayor
flexibilidad y autonomía en el trabajo por parte de un sector de la sociedad.
Más bien, parece ser el resultado de un mercado laboral que, a la par que cierra
la puerta de las modalidades de empleo más estables y con mayores niveles de
protección social, ofrece como alternativa posible una opción con menos
derechos y menos ingresos.
* CETyD-Idaes-Unsam
La punta del iceberg
Por Gastón Valente *
Existen dos datos preocupantes sobre
accidentabilidad laboral en Argentina: aumentan las muertes y se reducen las
enfermedades laborales. Los accidentes fatales aumentaron un 4,57 por ciento en
2017. El año pasado fallecieron 743 personas. El registro de enfermedades
profesionales, por su parte, cayó un 12,6 por ciento, siendo el mayor retroceso
en los últimos diez años. El dato no marca una mejora sino que evidencia como
el sistema de riesgos del trabajo ignora las enfermedades laborales. Los datos
elaborados por la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT) solo relevan al
sector de trabajo formal. Al no contemplar el empleo informal sólo representan
la punta del iceberg para la siniestralidad laboral que existe en el país.
La Organización Internacional del
Trabajo (OIT) señala que se debe avanzar hacia el reconocimiento de las
enfermedades laborales. En el mundo ocurren 2,8 millones de muertes laborales
al año de las cuales 2,4 millones son por enfermedades profesionales. El 86 por
ciento de las muertes son por enfermedades mientras que el 14 por ciento está
vinculada a accidentes. A contramano de esa tendencia mundial, en Argentina las
aseguradoras solo registran 5 muertes por año por enfermedades profesionales,
menos del 1 por ciento del total. El ocultamiento es evidente.
La problemática es de largo aliento
pero en épocas de crisis y achicamiento del mercado laboral, el
disciplinamiento juega un rol esencial: ¿quién va a denunciar una enfermedad
laboral si teme perder el empleo? A su vez, las estadísticas sólo reflejan los
empleos con cobertura, por lo que no se contemplan los trabajadores informales,
ni los monotributistas que en su gran mayoría encubren verdaderas relaciones
laborales. Las estadísticas publicadas por la SRT muestran que sólo el 21,2 por
ciento de las enfermedades son diagnosticadas por prestadores de las
aseguradoras. El resto lo hace el Hospital Público (28,6 por ciento) y las
obras sociales (21,3 por ciento), lo que constituye una forma de externalizar
costos para las ART.
Instalada en la década de los noventa,
la Ley de Riesgos del Trabajo arrastra problemas estructurales. La normativa
neoliberal habilita a las ART a intermediar y lucrar con la salud, no estimula
la prevención de los riesgos, sino que incentiva el ocultamiento y el rechazo
de los siniestros para aumentar la rentabilidad de las empresas. Las pequeñas
mejoras que se hicieron, como los aumentos en las prestaciones dinerarias
(2012) o la incorporación de enfermedades (2014), fueron sistemáticamente
cuestionadas y rechazadas por las ART. La prueba está en el sideral crecimiento
de los expedientes administrativos ante la SRT (186 por ciento) en el período
2011-2015, originados por rechazos, altas prematuras y derivaciones que
incorrectamente hacían las aseguradoras.
En el país del glifosato, no hay
muertes reconocidas por exposición a esta sustancia. Las manchas en los
pulmones de los trabajadores mineros, dicen las ART que no son silicosis, sino
por el tabaco. Los coches de subte con asbesto sólo pueden circular en un país
como el nuestro, donde el Derecho Penal no tipifica el delito de “riesgo a la
salud” como sí lo hacen España e Italia. Las muertes de los docentes de Moreno,
son sólo culpa del gasista, no de la desidia gubernamental que ni siquiera
cumple las normas de salud y seguridad cuando actúa como empleadora. Las
enfermedades psicosociales (estrés laboral) brillan por su ausencia. Mientras
tanto, las estadísticas nos dicen que los sectores de la economía beneficiados
por la quita de las retenciones y los tarifazos, son los que más han aumentado
los accidentes mortales.
La médica del trabajo Lilian Capone
expresa que, los pocos exámenes de salud que hacen las empresas, son sólo una
cuestión administrativa y burocrática, no tienen por objeto detectar patologías
ni orientar políticas preventivas. Las empresas prefieren no denunciar
enfermedades para pagar menos alícuotas de seguro. Para el Gobierno de
Cambiemos, no es una prioridad la prevención sino bajar los costos laborales.
Consecuencia de ello son el crecimiento de las muertes y el ocultamiento de las
enfermedades.
* Abogado Espacio
Intersindical Salud Trabajo y Participación
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