Ratificado el convenio 189 de la OIT sobre el trabajo en el hogar
Pero si hoy, después de una década, el Congreso ha respaldado casi por unanimidad que por fin España lo ratifique ha sido gracias a las mujeres que, además de limpiar nuestras casas y cuidar de nuestras hijas, hijos y mayores, se han organizado desde lo cotidiano y con una dignidad conmovedora han reclamado sus derechos y también los nuestros. Es un logro feminista el haber politizado ollas y delantales y poner los cuidados en el centro del debate social. La puerta de las Cortes era una fiesta.
Con la ratificación del Convenio, se abre la puerta a que el colectivo de trabajadoras de hogar tenga los mismos derechos laborales que el resto de trabajadoras y trabajadores en España: por ejemplo, derecho a la prestación por desempleo. Porque, aunque a menudo cueste creerlo, lo cierto es que sí, en nuestro país, más de 600.000 trabajadoras (el 95 por ciento del sector son mujeres, gran parte de ellas migrantes) no tienen derecho al paro, sus jornadas pueden superar incluso las 12 horas diarias, trabajan sin contrato en muchas ocasiones, pueden ser despedidas de un día para otro, cuando se jubilan su pensión apenas alcanza los 500 euros.
Condiciones que empeoran en el caso de las internas, que viven en casa del empleador, sin descanso, sin horarios, durmiendo en lugares no acondicionados y sin poder quejarse de los abusos porque en su mayoría son migrantes en situación irregular. ¡Se acabó la esclavitud!, gritaban cientos de mujeres en la puerta del Congreso.
Han sido años tejiendo, articulando colectivos, campañas, congresos y hasta sindicatos. Formando parte del movimiento feminista. Exigiendo políticas públicas que garanticen plenamente la protección y el bienestar de las personas, de manera que no se cargue sobre las espaldas de las trabajadoras, ni sobre las de las personas que los necesitan, el coste de los cuidados. “Los cuidados no son una mercancía más, tienen que ser un derecho para todas las personas”, defienden.
Han sido años de sostenerse, de ayudarse en situaciones límite como la pandemia, de garantizar la salud, la educación y el alimento de sus familias a miles de kilómetros, de compartir saberes, de aportar. “Desde la lástima nada, desde la dignidad todo”, se podía leer una vez más hoy en una de las pancartas.
La ratificación del Convenio 189 de la OIT era imprescindible, aunque no suficiente.
Habrá que seguir trabajando, reclamando, acuerpando y luchando con alegría y creatividad, como hasta ahora. Hoy, hay que celebrar.
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