Las ‘kellys’ se quejan de que no les aplican la reforma laboral
Las camareras de piso exigen limitar las externalizaciones y regirse por el convenio de hostelería, que les brindaría mejores condiciones laborales
Quedan tres horas para que Sniazhana Muryienka (46 años), más conocida como Nieves, comience su turno como camarera de piso en un hotel de cuatro estrellas de Madrid. Nacida en Bielorrusia, tras 20 años en España, se siente como en casa. Limpia habitaciones desde 2016, contratada por una empresa de trabajo temporal (ETT). Ha tenido que tragarse varios sapos. Durante casi cuatro años encadenó un contrato temporal tras otro y la compañía le iba disminuyendo y aumentando los turnos en función de la ocupación del hotel. En 2020 la hicieron fija, aunque sus condiciones laborales siguen siendo las mismas. “A veces me piden que trabaje ocho días consecutivos sin descanso y no me puedo ir a casa hasta que acabe mis tareas. A nadie le importa si no cumplo con mi horario”, cuenta afligida.
Tras años de protesta, multitud de camareras de piso como Nieves consideran que la reforma laboral aprobada el pasado mes por el Gobierno pasa por alto sus reivindicaciones. “Si representamos un tercio de los servicios de un hotel, pedimos que nos contrate directamente el hotel”, apunta Nieves.
Sin embargo, los sindicatos creen que el texto propuesto por Yolanda Díaz abre la puerta a mejoras significativas para atajar la temporalidad, incluso en el caso de las camareras de piso. Tanto UGT como Comisiones Obreras (CC OO) achacan la responsabilidad de la precariedad de estas trabajadoras a las empresas, que, en su opinión, interpretan la reforma a su manera para maximizar sus beneficios.
Antes de la entrada en vigor de la nueva norma, los trabajadores subcontratados por una empresa multiservicio estaban sujetos al convenio de la propia compañía. Ahora, por el contrario, la reforma establece que el marco regulador entre las empresas contratistas y subcontratistas será el de la actividad desarrollada, que en el caso de las kellys es la hostelería. “La actividad de un hotel incluye la limpieza de sus habitaciones, que, lejos de ser una actividad auxiliar, es la actividad propia y, por lo tanto, el convenio al que se refiere la reforma no es el de limpieza, sino el de hostelería o el que se aplique al hotel”, señalan fuentes del Ministerio de Trabajo.
No obstante, los sindicatos advierten de que las empresas multiservicio a menudo incumplen las pautas marcadas por la reforma y, en consecuencia, es con ellas con las que las kellys deberían enfadarse. “En la reforma del PP, el convenio sectorial no prevalecía sobre el de empresa, por lo que las multiservicio se amparaban bajo su propio convenio para contratar a las camareras de piso como trabajadoras de limpieza”, asegura Omar Rodríguez, secretario de hostelería y turismo en UGT. Asimismo, Rosa Sampedro, secretaria del sector de limpieza del mismo sindicato, añade que en la mayoría de los convenios sectoriales de limpieza, que suelen ofrecer condiciones más bajas, no hay referencias a la actividad de hacer camas.
La situación de las camareras de piso no es igual en toda España. Los convenios sectoriales son diferentes en cada provincia y, en algunas, el de hostelería se aplica también en caso de externalización. Desde CC OO advierten de que desde la reforma del PP de 2012 han intentado restringir las subcontrataciones de actividades desde muchos frentes. “Hemos forzado cláusulas de aplicación del convenio de hostelería en caso de externalización en 30 provincias –Málaga, Valencia y Baleares, entre otras– que suman el 67% de las plantillas del sector”, señala Iñigo Vicente, el secretario general en el sector servicios del sindicato.
La Asociación Las Kellys Unión calcula que en toda España hay unas 150.000 de estas trabajadoras. María del Mar Jiménez (60 años), presidenta de la entidad en Madrid, está contratada desde hace 20 años por un hotel de cinco estrellas de la capital y, por tanto, depende del convenio de hostelería.
Lleva tiempo alzando su voz para limitar las externalizaciones, que incrementan la burbuja de la precariedad. Las diferencias entre sus condiciones laborales y las de Nieves, sujeta al convenio de limpieza, son notables. “Si yo hago ocho habitaciones en lugar de diez porque no me da tiempo a hacer más, respeto mi horario y me voy. En cambio, ella tiene que quedarse hasta que termine su trabajo. Yo cobro 1.300 euros y ella, menos de 800. Yo tengo 50 días de vacaciones al año y ella, 22″, señala la portavoz del colectivo.
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