sábado, 23 de mayo de 2020

LABORAL / MERCADO DE TRABAJO. España. Coronavirus. Enseñanzas de la pandemia.

Tres lecciones para el mercado laboral que nos enseña la COVID-19



El impacto que ha provocado la crisis de la COVID-19 sobre el mercado laboral español, y las medidas que ha tomado el Gobierno para paliarlo, dejan tres grandes enseñanzas.

Hay que aprender a evitar la temporalidad

Las medidas de flexibilidad en el mercado laboral aplicadas por el Gobierno podrían estar funcionando con eficiencia si no fuera porque tenemos una excesiva temporalidad en el empleo. Dado el carácter coyuntural de la crisis, se han tomado medidas temporales para evitar la destrucción de puestos de trabajo:
  1. Bloqueando los despidos (más bien encareciéndolos).
  2. Propiciando medidas de ajuste por la vía de la ordenación del tiempo de trabajo (permiso retribuido recuperable), la suspensión del contrato de trabajo, y la reducción de la jornada, con el complemento de la prestación por desempleo durante los tiempos de no trabajo.
Así, se intenta atajar la parálisis económica sin que haya pérdida de empleo, poniendo en funcionamiento el “modelo alemán”, incluido en la reforma laboral de 2009.
Pese a estas medidas, el paro aumentó en marzo de 2020 en 303 265 personas, y la afiliación a la seguridad social cayó en 898 822 cotizantes entre el 12 y el 31 de marzo pasados.
Esta destrucción de empleo se debe, sobre todo, a la extinción y la no renovación de contratos temporales. Según datos de la seguridad social, el porcentaje de caída de la afiliación en los contratos indefinidos ha sido del 1,92%, mientras que el porcentaje en relación con la contratación temporal alcanza el 17,30%.
Tener un excesivo peso de contratos temporales en el mercado laboral hace que, cuando llegan los momentos malos de la economía, haya una fuerte destrucción de empleo, aunque los mecanismos de flexibilidad interna estén funcionando. Así que, la primera lección de esta crisis es: debemos hacer algo audaz y rápido para limitar la excesiva contratación temporal en nuestro mercado de trabajo.

Aprender a proteger mejor del desempleo

La segunda lección guarda relación con la protección por desempleo. A las prestaciones y subsidios ya existentes se han sumado ahora:
  1. La prestación extraordinaria por cese de actividad para autónomos.
  2. El reconocimiento de la prestación por desempleo, aunque se carezca de la cotización previa necesaria en situación de ERTE.
  3. El subsidio extraordinario por falta de actividad, para empleadas en el hogar familiar.
  4. El subsidio por fin de contrato temporal de duración inferior a dos meses, para trabajadores con carencia de rentas.
La aplicación de estos “parches” demuestra que el actual sistema de protección por desempleo es insuficiente para dar la cobertura necesaria ante situaciones de crisis extrema, especialmente a las y los trabajadores, dependientes o autónomos, más vulnerables.
Aunque la renta básica universal genera muchas dudas, en un tiempo como este puede ser la opción más rápida, más extensa y menos burocrática para dar cobertura a los afectados por la crisis en situación más vulnerable.
Esta es la segunda lección de esta crisis: si en momentos de crisis extrema ha demostrado ser ineficiente, debemos revisar nuestro sistema de protección por desempleo y proveernos de un sistema de rentas alternativas a las rentas del trabajo.

Aprender a teletrabajar

La tercera lección tiene que ver con el teletrabajo. Aunque con una regulación desfasada y una cultura laboral muy presentista, la expansión de la COVID-19 y el posterior confinamiento han hecho que los trabajadores españoles se incorporen al teletrabajo.
Miles de ellos trabajan ya desde sus casas, quizá de forma precipitada y poco organizada. No obstante, esta crisis ha sido la eventualidad necesaria para entrar en contacto con una modalidad de trabajo que, como todo, tiene sus pros y sus contras. Entre sus beneficios, ahorra tiempo en los desplazamientos y evita la contaminación urbana que estos suponen.
En el lado oscuro, el teletrabajo ha puesto en evidencia la brecha digital: hogares sin conexión o sin terminales, personas que por edad o falta de competencias digitales no pueden hacerlo, y empresas que, por dimensiones o escasa transformación tecnológica, no disponen de las herramientas para implantarlo.
La tercera lección es que el teletrabajo es posible. Eso sí, hay que mejorar los procesos, cerrar la brecha digital y aprovechar las ventajas que brinda en la lucha contra el cambio climático, en la soberanía que ganan los trabajadores sobre su lugar y tiempo de trabajo y en el ahorro de costes para las empresas.The Conversation
María Luz Rodríguez Fernández, Profesora Titular de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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