¿Blindar el despido? Las tremendas consecuencias que tendría para el empleo
En el país donde reina el paro como en ningún otro de la OCDE, se crean nuevos derechos y cotizaciones que lo lastran, sin pensar que muchos de los existentes son los causantes de la falta de trabajo
En la teoría económica, se define el desempleo estructural como aquel que se produce como consecuencia de una situación permanente de exceso de oferta de trabajo en la economía. Precisamente es lo que ocurre en nuestro mercado de trabajo que se enfrenta a problemas crónicos de carácter estructural, entre los que destacan la elevada precariedad, los bajos salarios, el desempleo juvenil, el paro de larga duración, agudizado por el edadismo, entre los mayores de 50 años, la elevada economía sumergida y la estructura de nuestro tejido empresarial, donde son mayoría las pequeñas empresas y autónomos.
Una de las propuestas que podrían materializarse en esta legislatura, en relación a mejoras de las condiciones laborales de los trabajadores, es elevar las barreras al despido, que supondría un mayor coste al empresario, de modo que podría ser un repulsivo a la hora de prescindir de alguien en plantilla. No sólo se trataría de aumentar los días por año trabajado de indemnización sino incluso fijar un mínimo, independientemente del tiempo trabajado, de acuerdo con el daño moral que se produce en el trabajador, algo que sería más elevado en aquellos que tienen más dificultad de reincorporación al mercado de trabajo.
Proteger al trabajador no es sólo darle estabilidad laboral, nuevos derechos y dificultar su despido, sino también facilitar su contratación con un salario digno y eso, difícilmente se consigue poniendo más palos en las ruedas del mercado de trabajo, que está formado tanto por empresarios como trabajadores, no debemos olvidarlo, ambos deben tener incentivos a llegar a acuerdos, no sólo una parte.
A cualquier trabajador le parecerá excelente cualquier medida travestida de derecho que le beneficie, pero el mercado de trabajo es como el tango, que se baila entre dos que deben estar perfectamente sincronizados. En nuestra economía es complicado alcanzar un equilibrio entre las partes cuando sólo una de ellas es la que siempre carga con mayor peso a sus espaldas y se le señala como el malvado de la película, todo un sudoku a resolver.
La economía se mueve por las expectativas, que ahora son de desaceleración y fuerte caída del consumo, así como mayores costes laborales. Pocos serán los que se arriesguen a contratar y la mayoría reducirá plantilla. El problema es que este tipo de medidas disuasorias, sobre el despido, son de ida y vuelta, pues efectivamente disuaden al empresario ante un despido de un empleado improductivo, pero también le disuaden, y mucho, a la contratación de nuevos empleados, menos aún de aquellos más vulnerables a los que tendrá que indemnizar con mayor coste.
Los problemas endémicos de nuestro mercado de trabajo sólo se resolverán mediante políticas que lo flexibilicen y no poniendo palos en las ruedas de quien debe contratar. En el país donde reina el paro como en ningún otro de la OCDE, lejos de buscar fórmulas eficaces para reducirlo, flexibilizando las condiciones de trabajo, se crean nuevos derechos y cotizaciones que lo lastran, sin pensar que muchos de los existentes, son los causantes de que no se cumpla el primer derecho de cualquier trabajador, encontrar trabajo.
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